Cruzando la ventana, los arboles se acarician salvajemente entre si.
El invierno escondía bajo su manga una de las noches más crueles y la madrugada mas fría. Típico.
Todavía es lunes, al menos para mí-
Antes de olvidarse sus aros de plata preferidos sobre la mesita de luz, se levantó semidesnuda de la cama, esquivó sin suerte la ropa inerte que supimos arrancarnos mutuamente sin remordimiento alguno; fue hacia el espejo donde se relojeó con desconfianza... en cuestiones de segundos se vistió únicamente con mi camisa y comenzó a burlarse, imitándome. Yo fumaba a las carcajadas poseído por un resentimiento sano y cobarde que sólo ella conocía.
El invierno escondía bajo su manga una de las noches más crueles y la madrugada mas fría. Típico.
Todavía es lunes, al menos para mí-
Antes de olvidarse sus aros de plata preferidos sobre la mesita de luz, se levantó semidesnuda de la cama, esquivó sin suerte la ropa inerte que supimos arrancarnos mutuamente sin remordimiento alguno; fue hacia el espejo donde se relojeó con desconfianza... en cuestiones de segundos se vistió únicamente con mi camisa y comenzó a burlarse, imitándome. Yo fumaba a las carcajadas poseído por un resentimiento sano y cobarde que sólo ella conocía.
Se me acercó, recostó sus cabellos adornando mi brazo que se acalmbraba sosteniéndola. (Ella nunca lo supo).
Canté su canción predilecta a capela, pasaron dos ángeles mientras yo me enamoraba de ese momento, apagué el cigarro, ella optó por contarme los lunares y amenacé con besarla. No lo hice.
Despeinada, somnolienta y con las caricias agotadas no se atrevía a desperdiciar su belleza.
Me miró fijamente con sus ojos café oscuros. Y me dijo
-Te amo,
(Decayendo en los finales de la frase.)
Nos miramos y no le respondí.
Descifró mi mirada sorpresiva y dudosa. Insistió en su frase.
Yo también la amaba, sin embargo en ese momento ella no lo supo, Bajó su mirada y antes de que pudiera separar mis labios cobardes para compensarla, me dijo:
-No es necesario.
La acaricié hasta que se durmió profundamente y estaba hermosa. Me vestí, salí.
Volví y la amé sin decírselo.
Ella abrió sus ojos lentamente, no se supo peinar, levantó sus ropas con el pie,
Se vistió desvistiéndose mi camisa.
La acompañé hasta la puerta nos abrazamos y salió vistiendo una sonrisa que no me sé explicar.
Afuera cruzando la calle, los cables de la ciudad latían con el frío.
En la esquina de siempre la esperaba un hombre con camisa y un lunar en la espalda.
Todavía es lunes, al menos, para mí y colillas de cigarrillos caen como hojas en otoño como si fuera poco.
Canté su canción predilecta a capela, pasaron dos ángeles mientras yo me enamoraba de ese momento, apagué el cigarro, ella optó por contarme los lunares y amenacé con besarla. No lo hice.
Despeinada, somnolienta y con las caricias agotadas no se atrevía a desperdiciar su belleza.
Me miró fijamente con sus ojos café oscuros. Y me dijo
-Te amo,
(Decayendo en los finales de la frase.)
Nos miramos y no le respondí.
Descifró mi mirada sorpresiva y dudosa. Insistió en su frase.
Yo también la amaba, sin embargo en ese momento ella no lo supo, Bajó su mirada y antes de que pudiera separar mis labios cobardes para compensarla, me dijo:
-No es necesario.
La acaricié hasta que se durmió profundamente y estaba hermosa. Me vestí, salí.
Volví y la amé sin decírselo.
Ella abrió sus ojos lentamente, no se supo peinar, levantó sus ropas con el pie,
Se vistió desvistiéndose mi camisa.
La acompañé hasta la puerta nos abrazamos y salió vistiendo una sonrisa que no me sé explicar.
Afuera cruzando la calle, los cables de la ciudad latían con el frío.
En la esquina de siempre la esperaba un hombre con camisa y un lunar en la espalda.
Todavía es lunes, al menos, para mí y colillas de cigarrillos caen como hojas en otoño como si fuera poco.